
Antes de cerrar tus ojos esta noche, permite que tu alma descanse en los brazos del Padre. Esta oración no es solo palabras, es un refugio, un escudo y un descanso para tu corazón. Escúchala con fe… y deja que Dios te envuelva en Su paz.
Amado Padre, Dios de la Vigilia y del Sueño, me postro ante
Ti al caer de este día. No con palabras rebuscadas, sino con el alma desnuda y
el corazón agradecido. ¡GRACIAS! Por este día que termina. Por
cada aliento que me diste, por cada paso que pude dar, porque en cada
momento, visible o invisible, Tu mano estuvo allí, sosteniéndome,
guiándome, evitando que tropiece. Reconozco Tu huella en el desafío superado,
en la dificultad que me hizo más fuerte, en la sonrisa inesperada que alegró mi
camino. Tú estuviste en todo. Y por eso, lo primero que brota de mí es
gratitud.
Y ahora, Señor, llega la hora del despojo. La hora de
soltar. Ante Ti, que eres mi roca y mi fortaleza, derramo todas mis
preocupaciones. Te entrego, uno a uno, cada peso que oprime mi espalda,
cada nudo que tensiona mi mente, cada sombra de ansiedad por el mañana. Te
coloco en Tus manos poderosas los proyectos pendientes, las relaciones que me
inquietan, las finanzas, la salud, todo lo que siento que excede mis fuerzas.
¡Tómalo, Padre! Yo me libero. Confío plenamente en que Tú cuidas de mí. Me
abandono como un niño en brazos de su padre, seguro de que tu cuidado nunca
falla, ni de día ni de noche.
Jesús, mi Buen Pastor, Tú que invitaste a los cansados a
venir a Ti para encontrar descanso, ¡he aquí que vengo! Acoge
a esta oveja fatigada. envuélveme en el manto de Tu paz, una paz que sobrepasa
todo entendimiento, que actúa como un bálsamo sanador en el alma. Guarda mi
mente. Pon un centinela a la puerta de mis pensamientos; que ni el estrés, ni
el remordimiento, ni el temor puedan traspasarla esta noche. Que cada latido de
mi corazón y cada respiro se conviertan en un susurro de confianza:
"Jesús, en Ti confío".
Bajo el manto celestial de María, nuestra Madre, me refugio.
Que su "sí" incondicional sea mi modelo de entrega. Te encomiendo,
Señor, a mi familia. Extiende Tu mano protectora sobre cada uno de los míos.
Protégelos en cuerpo, alma y espíritu. Rodea nuestros hogares con legiones de
Tus santos ángeles, para que acampen alrededor nuestro y nos defiendan de todo
mal. Para aquellos que pasan por dolor o soledad en esta noche, sé Tú su
consuelo tangible.
Renueva mis fuerzas con un sueño profundo y restaurador. Que
mi descanso no sea una fuga, sino un acto de fe, una declaración de que
mientras yo duermo, ¡Tú velas por mí! Mañana, si me regalas un
nuevo amanecer, que lo primero que encuentre no sean mis cargas, sino Tu fiel
misericordia, nueva cada mañana. Ayúdame a confiar más, a amarte más, a
descansar más en Ti.
Grande eres Tú, Señor. En mi lecho me acuerdo de Ti y mi
corazón encuentra la calma. A la sombra de Tus alas canto de gozo, porque Tú
eres mi ayuda. Me acuesto y me duermo en paz, porque sólo Tú, Señor, me haces
habitar seguro.
En el nombre poderoso de Jesús, el Cristo, el Príncipe de la Paz.
Amén. Amén.
Que esta oración te cubra, te envuelva y te sumerja en el sueño más pacífico. Descansa, que Él vela. Hasta mañana, si Dios quiere.