
Amado Padre Celestial, en el silencio sagrado de esta noche de miércoles,
cuando la semana aún guarda desafíos por delante pero el alma anhela refugiarse
en Tu paz, me presento ante Ti con el corazón abierto y las manos extendidas.
No vengo con grandilocuencia, sino con la sencillez de un hijo que reconoce en
Tu rostro el amor más puro que existe. En este momento donde el día cede su
lugar a la oscuridad, confieso que Tu presencia es la luz que nunca se apaga,
la compañía que nunca se ausenta, el consuelo que nunca decepciona. Gracias,
Señor, porque hoy, una vez más, Tu fidelidad fue mi escudo y Tu misericordia mi
sustento.
Te doy gracias, Dios de toda bondad, por el don de este día
completo. Por cada aliento que llenó mis pulmones, por los latidos de mi
corazón que cantaron la canción de la vida que Tú compusiste para mí. Agradezco
profundamente la comida que nutrió mi cuerpo, el techo que me cobijó, las risas
que alegraron mi espíritu y hasta las lágrimas que me enseñaron a depender más
de Ti. Reconozco Tu mano providente en lo grande y en lo pequeño: en la meta
alcanzada, en el obstáculo superado, en la palabra de aliento recibida, en el
aprendizaje que nació del error. Todo lo conviertes en gracia. Todo lo
transformas en bendición.
Señor, en este examen sereno del día, también te presento
aquellos momentos donde mi fe flaqueó, donde la impaciencia ganó terreno, donde
la queja opacó la gratitud. Te pido perdón por las veces que cerré mis oídos a
Tu voz suave, que preferí mi camino al Tuyo, que dudé de Tu cuidado en medio de
la dificultad. Lava, Jesús, con el torrente precioso de Tu Sangre redentora,
toda falta, toda omisión, toda mancha que haya empañado mi alma hoy.
Purifícame. Restáurame. Hazme nuevo otra vez por el poder de Tu Espíritu Santo.
Y ahora, oh, Dios, mi Refugio eterno, llega el momento del
abandono total. Aquí, en la intimidad de esta noche, te entrego todo lo que soy
y todo lo que tengo. Te confío específicamente cada preocupación que roba mi
paz: las tensiones del trabajo, las incertidumbres económicas, los desafíos en
las relaciones, los temores por la salud. Te suelto el control de lo que nunca
estuvo en mis manos. Tomo cada pensamiento de ansiedad, cada hilo de estrés,
cada sombra de duda, y deliberadamente los deposito en Tus manos eternas. Tú
cargas con ello. Tú te haces responsable. Yo me libero. Me despojo de todo peso
para correr mañana con ligereza la carrera que Tú has puesto delante de mí.
Divino Espíritu Santo, Tú que eres el Consolador perfecto,
envuelve mi hogar en este instante. Extiende Tu manto de protección sobre cada
rincón, sobre cada persona que duerme bajo este techo. Pon un cerco de fuego
santo alrededor de nuestra morada; que ningún mal, visible o invisible, pueda
traspasarlo. Guarda nuestras mentes de toda turbación y nuestros cuerpos de
todo peligro. Concede a cada miembro de mi familia el don de un sueño profundo,
reparador y pacífico. Que nuestro descanso sea un acto de fe, una declaración
de que mientras nosotros dormimos, Tú, Señor, velas por nosotros sin cesar.
Encomiendo también a Tu cuidado, Padre misericordioso, a
todos aquellos que en esta noche no encuentran paz: los enfermos, los que
lloran, los desempleados, los que se sienten solos y abandonados. Llénalos con
la tangible certeza de Tu presencia. Que encuentren en la oscuridad el abrazo
de Tu amor infinito.
Mañana, al despertar, si Tu voluntad así lo permite, no
permitas que lo primero que encuentre sean los ecos de las cargas que hoy te he
entregado. Que mi primer pensamiento sea de acción de gracias, y mi primer
impulso, buscar Tu rostro para recibir la fuerza y la sabiduría para el nuevo
día. Confío en que Tú irás delante de mí, allanando el camino y preparando el
terreno para que cada paso mío sea firme y cada palabra mía sea guiada por Ti.
Señor, me acuesto en paz porque sé que todo está en Tus
manos. Me duermo confiado porque sé que Tu cuidado es perfecto. Me abandono a
Tu voluntad porque sé que Tus planes para mí son de bienestar y no de mal.
Gracias por ser mi Padre. Gracias por ser mi Guardián. Gracias por ser mi Paz.
En el nombre poderoso de Jesucristo, tu Hijo amado, te lo entrego todo. Amén.