En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre celestial, en esta noche vengo ante ti con el corazón lleno de gratitud y con el alma necesitada de tu presencia. Me acerco a ti como un hijo que busca refugio en los brazos de su Padre, sabiendo que solo en ti encuentro descanso verdadero. Señor, gracias por este día que me permitiste vivir, por cada respiro, por cada paso dado y por las bendiciones visibles e invisibles que me rodearon a lo largo de esta jornada.
Hoy quiero entregarte todo lo que viví: los momentos de
alegría que me hicieron sonreír, los instantes de paz que me regalaron
tranquilidad, pero también las pruebas que pusieron a prueba mi fe y mis
fuerzas. Todo lo pongo en tus manos porque sé que contigo nada es en vano. Aun
en medio de mis luchas, tú me sostuviste, y en mis debilidades, tu gracia me
fortaleció.
Padre amado, en esta noche te pido que limpies mi corazón de
todo lo que me pesa. Libérame de los pensamientos que me quitan la paz, de los
recuerdos que me hieren y de las preocupaciones que me roban el sueño. Quiero
descansar con la certeza de que mientras yo duermo, tú velas por mí y por mi
familia. Envía a tus santos ángeles para rodear nuestro hogar y no permitas que
el mal tenga cabida en nuestras vidas.
Señor, gracias por los pequeños detalles que alegraron mi
día: por la sonrisa de un ser querido, por la belleza de la creación, por la
oportunidad de compartir un gesto de amor. Gracias por mostrarme que tu
presencia está en lo cotidiano, en lo sencillo y en lo humilde. Ayúdame a no
pasar por alto tus señales de amor, porque cada día es un recordatorio de que
me amas sin condiciones.
En esta noche tranquila, quiero abrirte mi corazón para que
lo llenes con tu paz. Toca mis heridas más profundas, sana mis dolores ocultos
y renueva mis fuerzas para continuar caminando en fe. Enséñame a confiar
plenamente en ti, a dejar en tus manos cada carga y a creer que tus planes son
siempre mejores que los míos.
Padre eterno, no quiero irme a dormir sin pedirte perdón por
mis fallas. Perdón por las palabras que no edificaron, por los pensamientos que
me alejaron de ti, por las acciones que no reflejaron tu amor. Lávame con tu
misericordia y dame la gracia de ser mejor cada día, de levantarme mañana con
un espíritu renovado y un corazón dispuesto a amar más.
Señor Jesús, dame la serenidad para aceptar lo que no puedo
cambiar, la valentía para enfrentar lo que está en mis manos y la sabiduría
para discernir entre ambas. Te entrego mis planes, mis sueños y mis anhelos,
porque confío en que tú guías mis pasos con amor perfecto.
Espíritu Santo, ven esta noche y derrama tu luz en mi
interior. Ilumina mis pensamientos, guía mis decisiones y fortalece mi fe.
Quiero dormir en tu paz, soñar con tu presencia y despertar mañana con un
espíritu renovado, dispuesto a seguir tu voluntad.
Padre amado, gracias porque nunca me abandonas. Gracias porque, aun en mis silencios, me escuchas. Gracias porque, aunque el mundo cambie, tu amor permanece firme. Hoy cierro mis ojos con la certeza de que estoy en tus manos, protegido bajo tu manto divino y sostenido por tu misericordia.
Señor, mientras descanso, obra en mí lo que yo no puedo. Restaura mi mente, renueva mi corazón y sana mi cuerpo. Quiero dormir confiado, sabiendo que tu amor es mi escudo y tu fidelidad mi refugio seguro. Amén.
Te saluda tu canal Señal de Fe, deseándote una noche bendecida y un descanso en la paz de Dios.